La guerra de los 12 días, un pase de comedia al borde del abismo

La guerra de los 12 días, un pase de comedia al borde del abismo


En una guerra todos pierden, pero alguno logra más objetivos que otro y al fin y al cabo es el que suele considerarse triunfador. Pero difícilmente todos puedan declararse ganadores a menos que todos mientan –lo que no es raro ya que la verdad es la primera víctima de una contienda– o que todo haya sido una representación teatral, como se solía decir ellos barrios, “para la gilada”. Esta última interpretación es la que hace el eximio analista brasileño Pepe Escobar, que califica de “teatro kabuki” a ese choque que Donald Trump pretende que se lo bautice como “la guerra de los 12 días”, en alusión a aquella de 1967 de seis días que terminó con la gran expansión territorial israelí sobre Gaza, los Altos del Golán y Cisjordania. En torno de ese incidente que el fin de semana pasado puso en vilo al planeta por las consecuencias catastróficas para la humanidad que podría desplegar, hay mucha tela para cortar y habrá mucha más en los próximos días. Pero vayamos paso a paso.

El mismo Trump belicoso que el sábado 21 de junio prometía bombardeos definitivos para poner punto final al plan nuclear iraní y hasta sellar la suerte del régimen de la República Islámica, dos días después anunció un acuerdo para un cese el fuego entre Teherán y Tel Aviv y se mostró como hacedor de una paz por la que debería ser premiado. Pero desde entonces los mensajes se cruzan, en un ejemplo de guerra cognitiva como no se tiene antecedentes.

La guerra de los 12 días, un pase de comedia al borde del abismo

Según la versión de la Casa Blanca y de Israel, un ataque con bombas de profundidad GBU-57/B desde aviones B-2 Spirit destruyó el complejo nuclear de Fordow, que está a un centenar de metros bajo capas de hormigón armado y la roca montañosa. Allí hay centrifugadoras para enriquecimiento de uranio, esencial para la producción de armamento nuclear, el gran temor que Benjamín Netanyahu promueve desde hace tres décadas. Las otras dos plantas atacadas, Natanz e Isfahan, contaban para Tel Aviv-Washington, pero menos. La central de Busheir, construida por Rusia y que produce energía eléctrica desde 2013, no fue ni mencionada. Dato importante: cuando Trump anunció el cese el fuego, el canciller iraní, Abbas Araghchi, estaba reunido en Moscú con Vladimir Putin.

El caso es que la administración Trump y de Netanyahu buscan desde entonces demostrar que de Fordow y del plan nuclear iraní quedan cenizas mientras que la evidencia muestra que los daños no son tan grandes como se quiere asegurar. Desde aquí no hay manera de saber cuál es la realidad, pero si el río suena… Además, el argentino que podría averiguarlo, el director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, no podrá volver a poner los pies en Irán, que lo acusa de haber revelado información sensible a los israelíes que permitieron asesinar a un grupo importante de científicos especializados el 13 de junio pasado. De hecho, este sábado se desarrolló en la capital persa una multitudinaria despedida a los militares y los expertos nucleares que, en algunos casos junto con sus familiares directos, fueron eliminados en sendos operativos israelíes.

Otras cuestiones: antes del anuncio de Trump, Irán atacó la base aérea Al Udeid de EE UU en Qatar. El 47º presidente dijo que no hubo daños y que las autoridades iraníes le habían avisado antes. El periodista Seymour Hersh y el ideólogo ultraderechista Steve Bannon aseguraban desde días antes que el ataque de EE UU en Irán era inmimente. O sea, hubo tiempo y buena info para que vaciaran Fordow, como parece haber ocurrido.

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Pero más allá de estas escenas teatrales, en esos 12 días, según las cifras oficiales, se registraron más de 600 muertos en Irán y una treintena en Israel, con una gran destrucción edilicia en ambos países. En el caso israelí, por primera vez su población vivió algo de lo que cotidianamente sufren gazatíes y palestinos de Cisjordania: la destrucción de sus viviendas y la amarga realidad de perderlo todo. Y la no menos amarga verificación de que el “Escudo de Hierro” contra ataques aéreos no funcionó contra los misiles persas, mientras Teherán jura que no más arrojó los más viejos de su arsenal. El país persa, a su vez, prontamente perdió su capacidad aérea por los precisos ataques israelíes en las bases. Otro punto para Israel fue la afectividad de su servicio de inteligencia exterior, Mossad, que realizó actos puntuales contra individuos e instalaciones clave. Lo que puede volver a hacer como actos de terrorismo contra quienes tilden de amenaza existencial.

Lo de Trump es más difuso. Quedó ante sus leales de MAGA como un súbdito de las estrategias israelíes, por más que haga alharaca de estar moviendo los hilos de las relaciones internacionales. Un rol que lo obliga a exagerar sus bravatas hasta el borde del ridículo. En eso no está solo. Los jefes de Estado de la OTAN compiten por imitarlo. El titular de la organización atlántica, el neerlandés Mark Rutte, se calzó su sonrisa de plástico cuando Trump, a su lado, dijo que los israelíes y los iraníes se “pelean como dos niños en el patio del colegio” y acotó: “a veces papi tiene que usar lenguaje fuerte”.

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En la cumbre de La Haya todos los países de la OTAN -España con sus reservas- se sometieron a «Papi» para acordar una suba al 5% del PBI destinado a armamento, como reclama el inquilino de la Casa Blanca. Un adicional de más de 2 billones de dólares para fines bélicos. Música para los oídos de las británicas BAE Systems y Rolls-Royce, las alemanas Rheinmetal y Thyssen Kryupp, las francesas Thales y Dassault, las italianas Leonardo y Fincantieri y la sueca Saab. Pero sobre todo de las industrias estadounidenses –Lockheed Martin, Raytheon y Northrop Grumman entre ellas– que se llevarán más del 60% de esa torta.

¿Cuánto pasará hasta la próxima batalla? Difícil saberlo, pero es obvio que todos están analizando lo que pasó y como dar otra vuelta de tuerca. Y también que tanto EE UU como Israel tienen un historial de tomar los acuerdos como papel mojado.  «

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Colonos sin freno en Cisjordania

En el marco de la ocupación indiscriminada de territorio de Cisjordania, el Ejército de Israel se cruzó con una turba de colonos ilegales que llevaba días atacando los palestinos que viven en campamentos de refugiados en la localidad de Kafr Malik, pero que, exacerbados en su violencia, apedrearon los soldados e incluso trataron de atropellarlos con sus vehículos, publica la agencia Europa Press.

Las autoridades palestinas, por otro lado, denunciaron que tres personas fueron asesinadas por disparos del Ejército israelí, que en este caso alegó defensa propia. El Gobierno palestino en Cisjordania condena habitualmente que los colonos actúan bajo la protección de los militares «pero también existen tensiones evidentes entre ellos y los soldados que afloran de cuando en cuando», dice EP.

En su comunicado de este sábado, el Ejército denuncia que los colonos ignoraron las órdenes de alejamiento sobre la localidad de Kafr Malik y se acercaron esta pasada noche a la zona con un convoy de vehículos. Ni bien llegaron los refuerzos del Ejército, «decenas de civiles israelíes lanzaron piedras contra los militares, a los que asaltaron físicamente en medio de insultos».

Este incidente se conoció cuando en las últimas semanas están saliendo a la luz denuncias de soldados israelíes que aseguran estar recibiendo órdenes de balear a la multitud que se acerca a los centros de distribución de ayuda de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF en inglés) para ahuyentarla “incluso cuando es evidente que no representaban ningún peligro”, según revelan efectivos de las FDI en un compilado del diario israelí Haaretz.

El avance contra la población cisjordana parece incontenible, violando toda legalidad internacional. Así, el israelí Amos Brison, editor del portal +972, señaló que la Oficina Central de Planificación de la Administración Civil de Israel está desarrollando un plan para expulsar a “unos 2500 palestinos que viven en un grupo de aldeas en la región de Masafer Yatta, al sur de Cisjordania”. Se trata de una zona que abarca unas 20 aldeas “declaradas zona militar cerrada a principios de la década de 1980 para desplazar por la fuerza a sus residentes palestinos”.



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