Venezuela en riesgo estratégico


Venezuela está sometida a un dilema existencial peor que el de México contenido en el famoso adagio porfirista “tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.

Luego de más de un siglo, el petróleo venezolano resulta excesivamente indispensable al actual aparato industrial y militar de Estados Unidos, su Estado y sus Fuerzas Armadas, demasiado desprendidos de su control imperial y sus costas a una distancia de buques irresistiblemente próxima a la Florida. Con apenas el tibio mar Caribe en el medio, sin los riesgos belicosos que cruzan el Estrecho de Ormuz por donde transita una quinta parte el petróleo que va a Estados Unidos, Europa y Asia Pacífico. Esta combinación se ha vuelto amenazadora y por momentos adquiere riesgos mortales, como lo demostraron los buques misilísticos apostados por el Comando Sur frente a las costas venezolanas y en Puerto Rico.

Aunque fuentes confiables nos indicaron que «un acuerdo parcial» suspendió por ahora el ataque planificado, lo único seguro es que el estado de amenaza continuará porque la necesidad geopolítica quedó irresuelta, mientras las Fuerzas Armadas Macionales Bolivarianas y el gobierno se mantienen fuera del control del Pentágono. Esta contradicción contiene un reloj de conflicto hemisférico en marcha. Pero también vislumbra un destino incierto para el gobierno de Nicolás Maduro.

Un indicador clave de este acuerdo temporal lo provee la multi norteamericana Chevrón. Un informe de Reuters, del 12 de agosto informó que los buques Mediterranean Voyager y Canopus Voyager partieron repletos de crudo venezolano tras negociaciones con PDVSA, socia de Chevrón en varias empresas mixtas.

El acuerdo tiene su base inicial “en lo pactado con Richard Grenell”, el enviado especial de Trump que se reunió con Maduro el 17 de febrero de este año, acota nuestra fuente. Esta situación se transparentó en la respuesta del presidente norteamericano a los presidentes euroasiáticos reunidos en Shangai el 30 de agosto: “Parece que hemos perdido a India y Rusia ante la China más profunda y oscura”, escribió en su cuenta de Truth Social. “¡Que tengan un futuro largo y próspero juntos! Presidente Donald J. Trump” (El Universal, Caracas, el viernes 5 de este setiembre). 

Para el coronel retirado norteamericano Lawrence Wilkerson, exjefe del staff del secretario de Estado, «esto significa: vamos a replegarnos y concentrarnos en el hemisferio occidental, y en Venezuela como fuente de petróleo”. Wilkerson lo define como un cambio en la política externa hacia formas más violentas, como lo demostró la voladura de dos lanchitas de pescadores venezolanos.

Sin embargo, los buques que zarparon de Estados Unidos a finales de agosto, iban cargados con misiles muy modernos y con el peso mudo de un imperio envejecido prematuramente y esclerotizado con una industria sometida al capital financiero.

Esa crisis estaría en un estado “irremediable y acelerado” según define el profesor norteamericano Richard Wolff, que la estudia desde lo económico y lo histórico. Y “desastrosa y lamentable”, en las palabras de Douglas MacGregor, coronel retirado norteamericano y exasesor principal del Secretario de Defensa. Ambas declaraciones se advierten en Glen Diesen, PodCast, YouTube, durante este mes. 

Para el excoronel norteamericano Lawrence Wilkerson, muchos neocon insertos en el gobierno de Trump planean una retirada lenta y pausada del estrecho de Ormuz para concentrarse en Venezuela y en los pozos recientes de la Guyana Esequiba.

Para cumplir ese deseo geoeconómico, primero deben resolver el “problema chavista” del país. Ese lío comenzó con Hugo Chávez en 1991, pero continúa 34 años después, a pesar de que los dos gobiernos de Maduro han mostrado suficiente interés en convivir sin contradicción con la lógica económica occidental: salarios bajos, sindicatos débiles, renta capitalista alta, control estatal de la vida civil.



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