La tensión entre Venezuela y Estados Unidos no cede. A casi mes y medio de las primeras versiones del despliegue de una flota de marines en el Caribe apuntando a Venezuela, el tablero de conflicto es una olla a presión que sigue creciendo. Mientras la Casa Blanca insiste con provocaciones de todo tipo, desde Caracas se responde con cautela, pero sin ceder posiciones.
“La orden de combate está dada para toda la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y la Milicia, para defender la soberanía, la integridad territorial y la paz de Venezuela”, dijo el presidente Nicolás Maduro vestido con chaqueta de fajina e insignias de comandante en jefe, durante un acto con la cúpula militar en el Comando Estratégico Operacional en Caracas.
Esta misma semana el chavismo volvió a las calles, a la emblemática avenida Bolívar, el espacio de las grandes concentraciones de masas. En el mismo lugar del último discurso bajo la lluvia de Hugo Chávez, en 2012, ahora una multitud portaba fusiles FAL, flanqueados por vehículos blindados de artillería y militares con antiaéreos portátiles de fabricación rusa.
En un mitin final Vladimir Padrino López, ministro de Defensa, general en jefe y vocero principal en estas jornadas de aprestos bélicos, no restaba gravedad al momento. «Nos estamos preparando con las armas para defender la paz, no para la guerra. La paz se defiende con firmeza, con convicción, con preparación y con unidad cívico-militar”, remarcó.
Junto a Padrino estaban todos los jefes militares, con fusiles AK-103 en bandolera. Con ellos, las cuatro milicianas del Estado de Sucre a las que el presidente Donald Trump intentó ridiculizar con un posteo en su red social: «ULTRASECRETO: Hemos sorprendido a la milicia venezolana en entrenamiento. ¡Una amenaza muy seria!”, escribió Trump.
Desde el escenario, una de ellas, Isabel Arias, gritó: “la dignidad de la mujer venezolana, nada ni nadie la pisoteará”. Otra mujer, la alcaldesa Carmen Meléndez cerró el acto con una advertencia: “todas las entradas de Caracas estarán protegidas por el pueblo, así que no pasarán” por la capital. Ella también portaba un fusil de asalto.
Estas postales no deben leerse en tono de impostura. Tampoco son una sobreactuación. Por estas horas los jefes militares y también ministros de primera línea del gobierno de Nicolás Maduro dicen lo mismo en público y en privado. No le restan gravedad al momento, mientras aseguran que el arma secreta para enfrentar una agresión está, paradójicamente, a la vista: es la Milicia Bolivariana.
Se trata del cuerpo que ahora suma alrededor de ocho millones de integrantes, de los cuales al menos la mitad lleva tiempo entrenados. Los milicianos y milicianas están integrados en casi todos los cuerpos de la FANB. Hay milicianos artilleros, infantes, zapadores y hasta francotiradores. Todos están integrados a las comunas, que son más de 3600 en todo el país.
«Por fortuna, se ha visto a un puñado de hombres libres derrotar imperios poderosos”, parafraseó a Simón Bolívar la vicepresidenta Delcy Rodríguez para replicar a Trump la mofa contra las milicianas. Incorporó en el posteo imágenes icónicas de la derrota de Estados Unidos en Vietnam y otras más actuales, de la captura por parte de milicianos-pescadores venezolanos de los mercenarios de la operación Gedeón, en 2020.
Conmoción exterior
En la misma jornada de la movilización en Caracas, el presidente Maduro encabezó una reunión del Consejo de Estado, donde anunció que está en estudio un decreto para declarar el estado de conmoción exterior. Es un mecanismo constitucional, que con el aval de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia, faculta al presidente para tomar medidas extraordinarias durante un lapso definido.
El gobierno venezolano utilizó esa cláusula constitucional varias veces. Como durante la pandemia, en 2020 y cuando arreciaba el bloqueo comercial y financiero de EE UU. Pero nunca hasta ahora se había invocado la amenaza exterior. Todo esto mientras se suman incidentes en el Caribe, como los ataques no verificados pero tampoco desmentidos contra pequeñas embarcaciones.
Pero no son las únicas movidas bélicas en el cada vez más caliente Mar Caribe. En los últimos días se deben sumar la presencia de al menos una fragata misilística estadounidense a pocos kilómetros de las costas venezolanas, y el enorme despliegue militar venezolano en la isla de La Orchila, a unos 200 kilómetros del continente, en la zona económica exclusiva de Venezuela.
Tampoco pasaron inadvertidos los lanzamientos de misiles intercontinentales con eventual capacidad nuclear desde un submarino estadounidense apostado en el Atlántico Norte que, dice el Pentágono, fueron vistos en el cielo nocturno desde Puerto Rico, a escasos 800 kilómetros de Venezuela. No hay registros de este tipo de maniobras en el Atlántico en al menos una década.
Es complicado dimensionar la importancia del momento cuando los acontecimientos están en pleno desarrollo. Al cierre de esta nota comenzaba en Quántico una inusual reunión de todo el generalato estadounidense con el histriónico “secretario de Guerra” de Trump, Pete Hegseth. Una convocatoria que sorprendió a los militares de carrera. ¿Intentará Donald Trump una guerra en el Caribe?