Mi viejo no pasó más de cuatro años con sus padres. A fines de 1977 un grupo de tareas de la dictadura reventó la casa en la que vivían los tres en San Antonio de Padua, Merlo, asesinando a Kili y Panza, mis abuelos, y quedándose como botín de guerra a mi viejo.
Papá estuvo como dos meses apropiado. Cuando recuperó su identidad, cuentan que se pasaba largos minutos debajo de una sábana, jugando a estar dormido como Kili y Panza. Se ve que eso fue lo que le dijeron, los hijos de puta de los genocidas, a un nene de cuatro años para que reconozca los cadáveres de sus padres.
Durante su juventud en los años ‘90, comenzó a militar en H.I.J.O.S y en el MPR Quebracho junto a mi vieja. A principios de los 2000 decidido a parir una nueva Argentina, se comió la cana durante el gobierno de la Alianza, Duhalde y los primeros meses de Néstor Kirchner. De aquellos años recuerdo un Renault con el que íbamos por el Camino Negro para no pagar los peajes hasta el Penal de Ezeiza, de la Casa de las Madres frente al Congreso, de Hebe, interminables marchas y de amigos y compañeros de mis viejos que todavía hoy, por suerte, siguen estando.
Cuando salió de la cárcel recorrió el país armando la CTD Anibal Verón y fortaleciendo el MPR Quebracho. Muchas veces los viajes en familia tenían un desvío o parada obligatoria en alguna provincia para visitar a los compañeros.
No recuerdo cuando se empezó a interesar por la náutica. Pero sí tengo todavía la sensación del viento fresco pegando en la cara, la primera vez que me llevó a navegar en un Pampero por Río Santiago. Esa tarde además de explicarme que hay que tener cuidado con la botavara, me dijo que el mundo náutico estaba lleno de chetos y que él se iba a encargar de coparlo de negros cabeza pata sucias. También me dijo que a las Malvinas solo las íbamos a recuperar cuando el pueblo argentino se vuelque a navegar, y me contó que Perón había regalado a los habitantes de las Islas “como 20 barquitos de estos”, en los que estábamos navegando, en un gesto fraternal, buscando despertar el sentimiento nacional en los isleños.
Por esos años se hizo muy cercano a un grupo de militantes que durante la resistencia peronista, guiados por Dardo Cabo, secuestraron un avión de Aerolíneas Argentinas y lo aterrizaron en las Islas Malvinas. De esa yunta deben haber nacido las bases de la Ley Gaucho Rivero y los piquetes acuáticos a las embarcaciones inglesas que entraban en el Puerto de Buenos Aires en 2013, intentando copiar las cadenas puestas por los gauchos rosistas en la Batalla de Vuelta de Obligado.
Después le tocó ir a Malvinas y traer al continente navegando a vela, junto a una gran tripulación, el velero La Sanmartiniana, embarcación capturada anteriormente por los ingleses.
Por varios años laburó organizando a los pescadores artesanales, conociendo y habitando el litoral y el mar argentino. Desde ese entonces empezó a insistir con el dragado del Canal Magdalena, llegando a formar parte de la Comisión Asesora de dicho canal, aportándole una mirada popular y soberana al comercio exterior nacional.

Hace más de un mes partió rumbo a Gaza, capitaneando un barco pesquero que en su bodega llevaba alimentos y medicamentos para proveerle al pueblo palestino, víctima del genocidio llevado adelante por Israel. Esta madrugada llegó la información de que las tropas genocidas sionistas lo capturaron.
Llevaba con él la bandera Argentina que trajo de Malvinas y otra de Diego Armando Maradona.
No hay causa más digna que defender la vida.
Se me infla el pecho de orgullo de saber que mi viejo hizo lo mismo que hoy haría el Diego.