alegorías soviéticas, sin acuerdos y promesas de otra cumbre

alegorías soviéticas, sin acuerdos y promesas de otra cumbre


Las palabras de Donald Trump ante la prensa luego de la reunión de casi tres horas en Alaska con Vladimir Putin es una gran explicación del primer cara a cara entre ambos mandatarios desde 2019: “No hay acuerdo hasta que haya un acuerdo”. Puede sonar a frase de autoayuda pero es un sensato resumen de cómo quedan las relaciones entre las dos mayores potencias militares del planeta tras la bilateral del viernes. Y que echa por tierra las expectativas que se habían retroalimentado los medios occidentales. No hubo acuerdo sobre algo concreto porque no era eso lo que habría de estar sobre la mesa y, por otro lado, ¿alguien cree de verdad que poner fin a la guerra en Ucrania es cosa de tomar un café y estrecharse las manos? Eso podía funcionar en la campaña presidencial estadounidense de 2024, pero no en la vida real. Más aún cuando dos de los directamente involucrados, Unión Europea y Volodimir Zelenski, que no tienen entre su favorita a la palabra “paz”, no fueron invitados.

A ellos se refirió Putin al término de la cumbre en la que los dos presidentes coincidieron en que habían sido conversaciones muy constructivas con “grandes avances”, aunque no hubiera anuncios. “Esperamos que Kiev y las capitales europeas acepten todo esto en clave positiva y no busquen poner obstáculos. Que no intenten frustrar el avance con provocaciones o intrigas detrás de bastidores”, dijo, lapidario, el ruso.

“Llamaré a la OTAN dentro de un rato, llamaré a las personas que considero oportunas y, por supuesto, llamaré al presidente Zelenski para informarles sobre la reunión. En última instancia, la decisión depende de ellos», se sumó el empresario inmobiliario. Dejando en claro que la Casa Blanca busca correrse de la responsabilidad en la situación ucraniana que, sin embargo, le cabe a Estados Unidos desde el golpe de estado contra Viktor Yanukovich de febrero de 2014. El origen para el Kremlin del conflicto que derivó en 2022 en la Operación Militar Especial (invasión, para Occidente).

alegorías soviéticas, sin acuerdos y promesas de otra cumbre

De hecho, si alguien puede trabar este acercamiento pragmático entre Moscú y Washington es Europa, que comprueba nuevamente que ya no tiene estatura como para un lugar en ese tipo de mesas. Lo de Zelenski tiene otra dimensión. Con mandato vencido el 20 de mayo de 2024, se mantiene en el poder gracias a una prórroga autorizada por la ley marcial. Si se llega a la paz definitiva en Ucrania en los términos de Putin, la OTAN se podrá considerar perdidosa en el campo de batalla y también en cuanto a su peso global. 

Zelenski teme una ofensiva judicial sin precedentes por su gestión de la guerra y denuncias de corrupción por ahora cajoneadas. Hay que considerar que se opuso -obedeciendo indicaciones del entonces primer ministro Boris Johnson- a un acuerdo de paz elaborado junto con el turco Recep Tayyip Erdogan en abril de 2022. Además, el presidente ruso no lo reconoce como autoridad válida para firmar cualquier pacto.

Mucho antes, en 2014 y 2015, Kiev y la OTAN habían boicoteado los acuerdos Minsk I y Minsk II, que podrían haber evitado la guerra ya que garantizaban la seguridad y autonomía  de las poblaciones rusófonas del Donbas. Razón de más para no creer que en el encuentro que se realizó este viernes en la base militar Elmendorf-Richardson, en las afueras de la capital de Alaska, Anchorage se podría haber llegado a un documento final. Los rusos tienen además buenas razones para desconfiar en la palabra de Occidente al punto que anotan como origen primigenio de esta situación al avance de la OTAN hacia el este que los líderes de la época se habían prometido no llevar a cabo en 1991, a la caída de la Unión Soviética.

Una imagen que viralizó este mismo viernes fue la del canciller Sergei Lavrov vistiendo un buzo blanco con las letras CCCP. Es la sigla en grafía cirílica para SSSR, el acrónimo ruso para Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El mensaje de esta cumbre estaba más teñido de esa simbología de lo que Occidente estaría dispuesto a aceptar públicamente. Por un lado, reflotó el recuerdo de que Alaska fue parte de la América Rusa hasta que fue vendida en 1867 a EE  UU. Putin visitó el cementerio donde reposan los restos de pilotos soviéticos caídos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando ambas potencias eran aliadas contra el nazismo. Allí se encontró con el obispo Alexis, sacerdote de la Iglesia Ortodoxa local, y le entregó de regalo un ícono de San Germán, el santo patrono de Alaska, y otro de la Virgen María. El cura, a su vez, le agradeció a Rusia haber dado a esa región  “algo muy valioso: la fe ortodoxa”.

Pero hubo más. En la delegación rusa había una veintena de altos cargos de los cuales solo cinco se sentaron a la mesa de discusión: Lavrov; el ministro de Finanzas, Antón Siluánov; el titular de Defensa, Andréi Beloúsov; el director del Fondo Ruso de Inversiones, Kiril Dmítriev; y el asesor presidencial Yuri Ushakov. Todos los integrantes de la comitiva son nacidos en la URSS, dos en actuales territorios ucranianos, uno en Georgia y otro en Estonia. El resto en Rusia. Salvo Ushakov, todos los demás fueron sancionados por Washington. El exjefe de las Fuerzas Armadas, Sergei Shoigú, y el actual comandante, Valeri Gerasímov, al igual que Putin, tienen orden de detención de la Corte Penal Internacional.

De la injerencia rusa a la invitación a Zelenski

Donald Trump no la tiene fácil para encaminar esta parte de su mandato, atosigado por sus batallas arancelarias y la crisis provocada por la Lista de Epstein. Su otra promesa electoral, la de poner fin a la guerra en Ucrania, amenaza al Estado Profundo, esos intereses de la industria militar y mediática que apuestan a un enfrentamiento contra Rusia, que no parece tan fácil en la realidad como en las mesas de arena. Para llevar adelante su estrategia, Trump azuzó el fuego sobre la manipulación de los demócratas en torno a la “injerencia rusa” en las elecciones de 2016, un tema que destapó la titular de la Dirección Nacional de Inteligencia, Tulsi Gabbard. El “Objetivo Rusia” está en la mira de los que realmente digitan la política estadounidense desde mucho antes y ya le habían bloqueado acercamientos con Moscú a Barack Obama.

Putin apuntó contra Europa y Volodimir Zelenski como posibles agentes contra un acuerdo de paz en Ucrania. Trump lo sabe, por eso se apuró a darles su versión de lo conversado en Alaska y anunció que mañana recibirá al ucraniano en el Salón Oval. Una declaración firmada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el francés, Emmanuel Macron: la italiana, Giorgia Meloni; el alemán, Friedrich Merz, el británico, Keir Starmer; el finlandés, Alexander Stubb; el polaco, Donald Tusk; y el presidente del Consejo Europeo, António Costa, dice haber recibido “con satisfacción los esfuerzos del presidente Trump para detener la matanza en Ucrania, poner fin a la guerra de agresión de Rusia y lograr una paz justa y duradera”.



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