Entre majadero y bravucón, casi como si ignorara que en este mundo multipolar y en crisis todo está interrelacionado, Donald Trump sigue profundizando unas brechas ya existentes o abre unas nuevas de imprevisibles consecuencias. Hoy mismo está avivando dos focos a la vez. O viendo cómo rápidamente esos focos se convierten en peligrosos frentes. El miércoles, cuando había mandado hasta un submarino nuclear a las costas venezolanas, castigaba a India con la entrada en vigor de aranceles del 50% sobre los productos que el país asiático envía al mercado norteamericano, pero que poco a poco va derivando también hacia China y Rusia. Y a la vez, mostrando debilidades propias, miró hacia China y desnudó sus carencias: «Tienen que darnos imanes», clamó.
Trump sonó a ridículo cuando plantado como el niño rico dueño de la pelota que no acepta su irremediable destino de arquero, amenazó a China con imponerle unos desorbitados aranceles del 200% si ese enemigo que se está fabricando no acelera sus exportaciones de imanes producidos a partir de las tierras raras que el gigante asiático sabe trabajar. China, vale recordarlo, es el mayor productor mundial de tierras raras, esos 17 elementos químicos ignorados hasta no hace mucho y usados hoy para fabricar los benditos imanes, esenciales para las industrias automotriz, electrónica y de la defensa. En abril, después de la primera andanada de aranceles que Trump disparó sobre el mundo, China impuso licencias especiales de exportación a estos materiales estratégicos.
Tras responder golpe a golpe a las agresiones arancelarias, China achicó el pánico y redujo las tensiones. En el nuevo marco Trump mostró a pleno las debilidades –nada menos que en materiales estratégicos– y propuso agregar el cobre y la potasa a la lista de minerales críticos por su importancia para la economía y la seguridad. Uno usado en la defensa y el transporte y para la imperiosa renovación de la red eléctrica, y la otra para aplicar sus sales a la elaboración de fertilizantes. A más de admitir carencias, EE UU debió haber aprendido algunas lecciones. A partir de 2022, por ejemplo, varios fabricantes occidentales de automóviles “castigaron” a los usuarios rusos limitando los envíos a ese mercado. Como todo está interrelacionado, las marcas chinas pasaron a reemplazar a las estadounidenses.
En este contexto, y mientras a EE UU todos los últimos tiros parecen haberle salido por la culata, China recibirá desde hoy a más de 20 países y 10 entidades internacionales que participarán en los debates de la quinta cumbre de la Organización de Cooperación de Shangai. Lo que no ha podido Trump lo pudo la diplomacia china, y en Tianjin, al norte, uno de los nueve grandes municipios del gigante (14 millones de habitantes), compartirán la mesa el primer ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif, y su par de India, Narendra Modi, dos países que desde su creación (1947) han vivido en estado de guerra. Modi, un sinuoso estadista que ha estado más cerca de EE UU que del resto del mundo, hacía siete años que no visitaba China. Entre ambos, el protocolo ubicó al ruso Vladimir Putin.
En ese desprecio por todo Trump quiso ignorar la presencia simultánea, en una misma sala de debates, de esos tres personajes. Veamos. El arancel del 50% aplicado a India contrasta con el 19% que le tocó a Pakistán en el reparto mundial de “sanciones”. Trump dijo que quiere “castigar a India para que aprenda”. Se lo dijo a Modi en la Casa Blanca, en una recepción tan despectiva como la que semanas antes le había propinado al ucraniano Volodímir Zelenski. ¿Por qué? Por haberse aprovechado del buen precio del petróleo ruso, alimentando de forma indirecta el presupuesto bélico de Moscú para guerrear con Ucrania. Olvidó decir que los derivados del crudo ruso obtenido en las refinerías indias fueron comprados en gran parte por empresas de su país (10%) o de la UE y Gran Bretaña (30%).
Antes de embarcar rumbo a Tianjin, el canciller indio reafirmó el pleno derecho de su país a abastecerse de petróleo o lo que sea donde mejor le convenga, aunque en la práctica sus refinerías redujeron las compras a Rusia después del ultraje de Trump. Pero, fiel a la dualidad diplomática de Modi, el mismo día de recibir el 50% dio instrucciones al Banco Central indio para que ayude a Rusia a mantener sus negocios exteriores prescindiendo de la tutoría del dólar. En los últimos tiempos la mayoría de las transacciones petroleras rusas se han hecho a través de Emiratos Árabes y en su moneda, el dírhams, De tal manera se debilita la demanda de dólares y en definitiva al mismo dólar. Desarrollar el comercio exterior con sus propias monedas es un tema siempre presente entre los países del BRICS.
Además del complejo juego geopolítico que se animará en Tianjin, habrá otra realidad cargada de encuentros bilaterales que pronto dará lugar a las más complejas elucubraciones académicas. Terminada la cumbre, el miércoles, se escenificará en Pekín el más imponente desfile militar realizado en la última década. Se celebrará el 80° aniversario de la victoria en la guerra de resistencia contra la agresión japonesa y el fascismo. El protocolo ya tiene todo dispuesto. El presidente Putin, y esto en los usos diplomáticos dice mucho, estará sentado a la derecha del anfitrión Xi Jinping. A la izquierda de éste el podio será completado por Kim Jong-un, líder supremo de la República Popular Democrática de Corea. Será la primera foto conjunta de los tres “enemigos” de Trump.
La realidad que hoy mismo se hace palpable en el oriente global se puede reproducir aquí, en América, de otro modo pero negativo también para los intereses imperiales, según lo transmite el gobierno de la Revolución Bolivariana. Los barcos de guerra enviados al sur del Caribe generaron una respuesta que se tradujo en una amplia movilización de repudio popular y una elocuente receptividad de los jóvenes. Mientras se prepara la defensa, los bolivarianos podrían decir que están ganando la batalla política. Los sectores mayoritarios rechazan la adhesión de la ultraderecha a los planes intervencionistas de Trump y para ellos los venezolanos parecen reservarles las expresiones de repudio que, merecidamente, se ganan en todo el mundo quienes traicionan a su patria.
Una cuestión de nombre
“Queremos ser ofensivos, como cuando ganábamos guerras todo el año, ¡todas las guerras ganábamos!, por eso queremos cambiarle el nombre al Ministerio de Defensa (el Pentágono) y llamarlo Ministerio de la Guerra. Ya se los voy a comunicar en los próximos días”. El anuncio de Trump tenía como destinatarios a los norteamericanos, pero se lo formuló a su par de Corea del Sur, Lee Jae-myung. Según contó la agencia AP, minutos después, durante una sesión de firma de decretos –su hobby, junto con la escritura de mensajes insultantes en las redes– les preguntó su parecer a los empleados administrativos de la Casa Blanca, que obviamente le dieron su aprobación. “Ministerio de la Guerra suena más fuerte, creo que he tenido una idea increíble”.
No necesitaba, Trump, decir que quiere ser ofensivo, ser tan explícito. Dispuso el estacionamiento de ocho poderosos barcos de guerra frente a las costas de Venezuela. Hasta un submarino nuclear. Para atacar al narcotráfico, dijo, algo así como cazar picaflores con misiles.