Globalización con características chinas

Globalización con características chinas


Entender cómo piensan los chinos ya no es un ejercicio de erudición, sino una necesidad práctica. Su manera de concebir el mundo —con valores distintos, ni mejores ni peores a los nuestros— condiciona cada vez más la agenda política, económica y cultural del siglo XXI.

La mentalidad china se sostiene en cuatro pilares: el taoísmo, que promueve disciplina y colectivismo; el confucianismo, que rescata la tradición, el respeto y el sacrificio; el budismo, con su mirada cíclica y paciente del tiempo; y el comunismo, que organiza esos valores en un proyecto estatal, nacionalista y tecnocrático. La gran diferencia con Occidente es que China posee un plan estratégico de Estado sostenido por décadas, mientras que en nuestras sociedades seguimos confiando en que el azar o la justicia divina corrijan nuestras desviaciones.

Para resumirlo de formar muy breve en Occidente seguimos confiando en que, el destino o una justicia equitativa y divina nos salve y corrija las desviaciones y nuestros errores para que milagrosamente los últimos se conviertan algún día en los primeros.

Los chinos, en cambio, no tienen grandes esperanzas a este respecto: aquí los primeros serán siempre primeros y los últimos seguirán siendo últimos. Por los siglos de los siglos. En esta forma de pensar confían en su gobierno con prudencia, confianza filial, miedo instintivo y respeto pragmático, pero saben que solo dependen de sí mismos, de sus contactos, sus ahorros y capacidades. En el fondo saben que van a salir adelante mediante su propio trabajo y esfuerzo. En esta certeza se basa su optimismo. Está es la gran lección china.

Esto tiene implicancias directas en el terreno de las relaciones internacionales. Los académicos chinos se preguntan si la cultura influye en la construcción de teoría. La respuesta es afirmativa: las teorías dominantes en Occidente nacieron de problemas y experiencias estadounidenses, aunque pretendan universalidad. Los chinos, en cambio, han desarrollado un concepto clave: el geyi, o interpretación analógica, que permite explicar la realidad con marcos propios, ajenos o mixtos, y abre la puerta a un diálogo intercultural genuino.

De allí surge la noción de Tianxia —“todo lo que hay bajo el cielo”— renovada por el filósofo Zhao Tingyang. Este sistema, inspirado en la antigua dinastía Zhou, no se basa en la imposición sino en la legitimidad de integrar pueblos y naciones. Frente a la política occidental de “nosotros contra ellos”, Tianxia propone transformar la hostilidad en hospitalidad, proyectando al mundo el modelo confuciano de la familia ampliada: armonía, cooperación y obligaciones recíprocas como base de la convivencia global.

Las ideas asiáticas se ven plasmadas con su incidencia en los nuevos foros regionales y globales, que canalizan las relaciones interregionales y la gobernanza global, regional e interregional. Esa nueva centralidad de Asia Pacífico conlleva a la emergencia de nuevos foros de relación con esta, aparte de los otros existentes. Estos nuevos foros nacen con la lógica de gobernanza relacional que hemos planteado desde la perspectiva de Qin; nacen para evitar otros foros, organizaciones o bloques más formales, estructurados o clásicos.

Esto se refleja en la gobernanza global mediante el G-20, Foro de Cooperación China-África (FOCAC), Foro China-América Latina y el Caribe (China-CELAC), Organización de Cooperación de Shanghái que responde más a la lógica de negociación y a la relación, como la creación de confianza entre los diferentes miembros en vez que en un tratado cuyas normas rígidas no lo permitiría, este tipo de dinámica entre diferentes civilizaciones y formas de ver el mundo mediante una organización o arquitectura de diplomacia clásica.

Qin Yaqing concluye sobre estos señalamientos que la gobernanza, que responde más a una forma de ver el mundo desde la civilización china, y la gobernanza, basada en reglas que provienen más de la visión occidental, pueden complementarse, para dar a lugar a un enfoque más eficaz y compasivo de la gobernanza global.

China no se piensa como rival, sino como civilización en restauración. Y ese es el dato que no podemos darnos el lujo de ignorar en esta incipiente globalización.



Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *