Estados Divididos de América del Norte

Estados Divididos de América del Norte


La política exterior y, sobre todo, la guerra eran cosas que unían a los estadounidenses. Más aún, la idea de que “unidos nos mantenemos en pie, divididos caemos”, defendida por Winston Churchill en 1941, mientras intentaba convencer a Franklin D. Roosevelt de sumarse a combatir la agresión nazi en Europa, fue la argamasa de las más duraderas alianzas internacionales de los Estados Unidos. Sin embargo, ya podemos hablar de esto en tiempo pasado. Más que la exhortación del líder británico, hoy es la admonición de San Mateo la que resuena: «todo reino dividido contra sí mismo será asolado”.

Los signos de profunda división en la política doméstica en EE UU están por todas partes. Esta semana, se tradujeron, ante todo, en el cierre de todos los servicios de la administración gubernamental considerados no esenciales, pero estuvieron presentes también en el llamado de Donald Trump a los jefes militares del país a usar “como campos de entrenamiento” las que él llamó “ciudades peligrosas”, en las que se libra “una guerra desde adentro”. Invariablemente, se trata de metrópolis (San Francisco, Chicago, Nueva York, Los Ángeles) con alcaldes demócratas. Mientras el cierre temporario del gobierno es una disrupción a la que el país empezó a acostumbrarse en los últimos diez años, que el presidente juegue con la idea de una nueva guerra civil representa una radicalización y una posible aceleración de acontecimientos que se suma a otros múltiples síntomas de muerte de la democracia.

La política exterior de Trump, igual que el resto de su gestión de gobierno ha dado definitivamente por enterrado el consenso bipartidario que hasta la revolución conservadora de los años ’90 dentro del Partido Republicano era considerado la base de la perdurabilidad de la política pública. La ruptura también se da con los aliados extranjeros del país. El norte de la acción trumpista es estrechamente partidario y orientado por la ideología: los intereses pasan a segundo plano o son redefinidos por ésta. La adhesión a valores de extrema derecha es lo que define quién está del lado correcto. Esto vale tanto a la hora de usar el asesinato del referente juvenil ultra Charlie Kirk para transformar en enemigos del estado a todos quienes se sitúen a la izquierda del actual gobierno, como a la hora de abogar por la llegada al gobierno de las extremas derechas europeas.

Aunque la división doméstica no afecte en lo inmediato la capacidad de EE UU de imponer (si quiere) su visión en un escenario como el de Medio Oriente, donde Israel no significa nada sin el apoyo del bully global, el respeto que le tienen adversarios de mayor talla, como China y Rusia, tiende a deteriorarse a una velocidad mayor que la de la declinación relativa del imperio. La división emerge con fuerza, también, ante iniciativas que son de menor importancia estratégica: las reacciones al anuncio de un posible salvataje del gobierno de Javier Milei en Argentina son el ejemplo más reciente.

La obra de teatro en varios actos que inauguró el secretario del Tesoro Scott Bessent al prometer hacer “todo lo necesario” para evitar que la economía se le termine de descontrolar al líder extremista argentino suscitó la repulsa del Partido Demócrata. Seguramente Bessent y Trump daban por descontada esta reacción: menos claro es que previeran que sus gestos, por ahora confinados a la retórica, fracturaran la coalición MAGA que los sostiene en el gobierno.

La oposición al salvataje partió rauda de los legisladores republicanos de estados productores de soja, con el nonagenario presidente de la Comisión de Asuntos Judiciales del Senado, Chuck Grassley, de Iowa, a la cabeza. La Asociación Estadounidense de la Soja, presidida por un granjero de Kentucky, también puso el grito en el cielo, al ver cómo al menos veinte cargueros de soja argentina abaratada por la fugaz eliminación de retenciones reemplazaban exportaciones del Midwest estadounidense.

La ayuda de Trump para que Milei pierda las elecciones del 26 de octubre por el menor margen posible ilustra perfectamente una política exterior que se aparta de los objetivos estratégicos de su país y de los intereses de parte de su propia base electoral para realizar las ambiciones de la internacional negra de la extrema derecha. El líder republicano hace trizas la unidad doméstica que fue la base más sólida del predominio de EE UU en el mundo hasta ahora. La historia dirá cuánto estas acciones habrán contribuido a facilitar a mediano plazo el ascenso chino.



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