el cuidado es un derecho

el cuidado es un derecho


El sábado por la mañana, el Espacio para la Memoria Pozo de Banfield se llenó de sol, de voces y de abrazos. En ese patio donde la historia todavía respira, se realizó la jornada “Derechos Humanos, Salud Mental y Comunidad”, un encuentro que reunió a 140 participantes, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, acompañantes terapéuticos, docentes, estudiantes y asociaciones de familiares, de pacientes para pensar, debatir y hacerlo desde una certeza compartida: la salud mental también es un derecho humano y su ejercicio se sostiene en comunidad.

La organización estuvo a cargo del comité integrado por Leopoldo “Toto” Canosa, Sara Pitman, Silvia Giglia, Sylvia Griselda Gago y Emilse Moreno. Con ese compromiso de barrio y de época, las y los asistentes acercaron 32 trabajos vinculados a la salud mental y los derechos humanos para ponerlos en común; muchos se debatieron y se trabajaron durante la propia jornada.

La apertura tuvo pulso militante y un orden que marcó el tono del día. Dio la bienvenida Leopoldo “Toto” Canosa, integrante de la Mesa de Trabajo del Espacio e impulsor de la jornada junto a Sara Pitman, y fue hilvanando las intervenciones que encuadraron el sentido político y clínico del encuentro. Lorena Battistiol (Dirección Provincial de Sitios y Espacios de Memoria) comenzó por el lugar: hacer la jornada ahí, en un sitio con maternidad clandestina, para que la memoria no solo recuerde el horror sino que interpele el presente y organice prácticas de cuidado.

Siguió Julieta Calmels (Subsecretaría de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias en el Ámbito de la Salud), quien afirmó que no hay salud mental sin derechos, como educación, trabajo, vivienda y porvenir, y detalló avances concretos de la reforma bonaerense: desmanicomialización, casas en comunidad, guardias en hospitales generales y dispositivos territoriales que acercan la atención a los barrios.

Luego Gabriela Mastelone (Subsecretaría de Atención Primaria de Lomas de Zamora) bajó esa agenda a la vida cotidiana: el trabajo en red de las 40 unidades sanitarias, equipos que vuelven al día siguiente y sostienen la clínica con ternura y rigor. Adelqui Del Do (psicoanalista, docente y ex director del Centro de Asistencia a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos Dr. Fernando Ulloa) cerró la ronda con la brújula ética del día: el lazo social no se psicopatologiza; se cuida con comunidad y con Estado.

Hubo, además, dos gestos de memoria que ordenaron el clima del patio: el homenaje a Vera Jarach, Madre de Plaza de Mayo, puente incansable con las juventudes y referente en la transmisión de la memoria, y el recuerdo del Dr. Alfredo Di Stéfano, compañero militante comprometido con la salud que falleció en las últimas semanas, destacando que, cuando fue secretario de Salud de Lomas de Zamora, impulsó el acta acuerdo de 2015 con organismos de derechos humanos y equipos locales para la atención, el acompañamiento y las evaluaciones en causas de lesa humanidad.

Jornada sobre Salud Mental en el Espacio para la Memoria Pozo de Banfield: el cuidado es un derecho

Con ese marco de memoria activa, política pública y barrio, el Pozo se volvió un taller vivo. A puro sol, con 32 trabajos y ocho mesas temáticas (cuatro por la mañana y cuatro por la tarde), se cruzaron prácticas y debates sobre identidad y género, violencia institucional, comunidades originarias, consumos problemáticos, tecnología y vínculos, familia y padecimiento psíquico y clínica en territorio. Participaron colectivos como Banfield por los Derechos Humanos y Los Andes Tienen Memoria, junto a equipos de salud, docentes, estudiantes y asociaciones de familiares de pacientes. No fue un congreso de diagnósticos: fue una reunión de prácticas vivas, donde presentar, escuchar y discutir también repara; donde la palabra se vuelve política y el cuidado, derecho.

La jornada tuvo un motor claro: la iniciativa de Canosa y Pitman, compañeros de la Mesa de Trabajo del Pozo, que sostienen un horizonte nítido: unir salud, memoria y comunidad. En Canosa se nota la escuela de los ’90 trabajando con adolescentes en conflicto con la ley: clínica con los pies en el barrio, lectura rigurosa y una certeza que atraviesa su modo de hacer: el sufrimiento no se piensa fuera del contexto y el vínculo terapéutico se construye con confianza, coraje y ternura.

En Pitman, la huella de 1985 en las unidades sanitarias de Lomas, el primer proyecto municipal de salud mental y la creación de la Dirección local en 1992; equipos interdisciplinarios con tres ejes: capacitación, prevención y asistencia; articulación sostenida con el Centro Ulloa para acompañar a víctimas del terrorismo de Estado; y en 2017, un dispositivo de salud en la calle en el centro lomense, con historia clínica, vacunación, escucha y derivaciones cuidadas. Durante la pandemia, esa lógica se transformó en guardias presenciales y una línea telefónica de 24 horas, para que la cercanía no se apague cuando el consultorio se cierra.

En ambas trayectorias, una convicción vertebra la práctica: trabajar salud mental con perspectiva de derechos humanos repara historias, reconstruye lazos y devuelve futuro al territorio.

Jornada sobre Salud Mental en el Espacio para la Memoria Pozo de Banfield: el cuidado es un derecho

El día terminó como empezó: organizando lo que viene. En el patio se renovaron compromisos, se cruzaron contactos y se celebró la próxima publicación de un libro digital con la totalidad de los trabajos, para que lo producido circule, se discuta y quede. Porque lo del sábado no fue solo una jornada: fue una toma de posición colectiva. En un espacio que alguna vez intentó borrar identidades, la comunidad volvió a nombrar, cuidar y reparar. Y en ese gesto se condensa el sentido político de todo lo anterior: memoria, comunidad y salud mental son partes de la misma lucha. “No podemos dejar que nos lastimen la memoria”, se escuchó al cierre. Defenderla, con ternura, en equipos y con derechos, también es hacer salud mental.



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